No es una pasión hecha negocio, que es lo que piensa todo el mundo” aclara de entrada Pepita Marín, que “no sabía tejer y no había cogido unas agujas” antes de fundar en 2011 We Are Knitters (algo así como ‘somos tejedores’) junto a su socio Alberto Bravo. Ocho años después, con clientes de todo el mundo comprando sus kits de tejido y publicando en Instagram sus creaciones de lana, We Are Knitters se ha convertido en un referente de aquella idea tan manida del marketing: hacer dinero vendiendo ‘experiencias’. “Si alguien quiere una bufanda amarilla no se compra un kit para hacer una bufanda amarilla sino que va a Zara y se la compra, por eso siempre decimos que para nosotros es más competencia un cine que Zara”.
La historia comienza durante un viaje a Nueva York de Marín y Bravo, entonces empleados de la auditora PwC, viendo a una “hipster” armada de agujas y ovillo en el metro. Después lo probaron ellos mismos, les encantó la experiencia y decidieron armar su propia empresa. Marín recuerda de esa época que le interesaba la moda “como a cualquier niña de 22 años que le gusta la moda” pero lo que quería era emprender y por eso se lanzó. “Yo creo que si hubiese sido mi pasión hubiese cometido más errores, de esos que te dejas llevar porque te encanta”, resume.
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